1. Debió ser durante el periodo posclasificatorio y antes
de que se jugara el partido inaugural en el Soldier Field. O sea, entre el 19 de
septiembre de 1993 y el 17 de junio de 1994. La cosa fue que un sábado, el Café Semilla Juvenil presentaba al Bigotón,
quien daría una charla sobre motivación. Por esas épocas aún pretendía estudiar
para entrenador de fútbol (en el instituto respectivo de La Paz me cerraron las
intenciones de un portazo: “para ser DT debes ser ex jugador profesional o
profesor de Educación Física”) y, además, la euforia estaba en pleno.
2. Armado con mi primera grabadorita reportera, una
agenda de Unicef heredada de mi mamá y un par de bolígrafos, recuerdo que fui
de los primeros en llegar al acogedor espacio que subsiste gracias al empeño de
doña Isabel Viscarra (aunque no la gusta que la ‘doñeen’). Más bien lo hice
así: el local acabó atiborrado, al punto que compartía mi silla con una niña,
habían decenas de personas sentadas en el piso y otros tantos que escuchaban
como podían en las afueras de la canchita Juvenca en San Pedro.
3. Por supuesto no recuerdo todo lo que Francisco Xabier Azkargorta Uriarte dijo en aquella tarde sabatina. Sin embargo, una frase se me ha quedado
grabada desde entonces y es la que da título a esta entrada en la bitácora. “¿Querer
es poder?”, preguntó alguien. Y el galeno vasco le soltó esa magnífica
respuesta que resume una filosofía. Y es que no basta con querer lograr algo,
si no se le agrega la inteligencia para conseguirlo.
4. Ayer, lunes 16 de julio de 2012, Azkargorta firmó por
segunda vez con la Federación Boliviana de Fútbol, en un convenio ya cantado desde
que un par de semanas presentase su renuncia Gustavo Quinteros. Apenas el
obtuso argentino, ahora al frente del Club Sport Emelec, anunció que se iba
mediante la cadena Fox Sports, el nombre de quien nos llevó por única vez por
méritos propios a un torneo ecuménico empezó a sonar y acabó, ayuda del
gobierno mediante dicen, por concretarse.
5. Pero de esas encandiladas épocas de los 90 a este
presente incierto no sólo mucha agua ha corrido bajo el puente: la mayoría de
los que alucinábamos con la clasificación en ese entonces ya estamos en otras
cosas, no queda ni uno de esos jugadores en actividad, los futbolistas actuales
no son como eran aquellos —todos o casi todos en lo mejor de su rendimiento— y
la dirigencia es una de las peores que se ha hecho cargo del balompié nacional.
6. A todo lo anterior añadamos que Azkargorta lleva como
cuatro años sin ponerse el buzo de entrenador, desde que estuviera en la banca
del Valencia CF. Y tampoco es que entre su salida de la verde en 1994 y el año
de las olimpiadas en Beijing estuviera muy activo: Chile entre 1995 y 1996
(siendo sucedido por Nelson Acosta, quien llevó a los mapochinos a Francia 98);
el Yokohama Marinos japonés entre 1997 y 1998, con el cual ganó la liga
japonesa —todo un paradigma en el fútbol mundial, admitámoslo—; las Chivas de
Guadalajara en 2005 y la ya mencionada estadía en el Valencia, que no le duró
ni 18 días.
7. Claro, la nostalgia pesa y vende. Un ejemplo sencillo,
como bien dice un amigo antropólogo, son las famosas fiestas de clásicos, donde
unos hipopótamos canosos bien entrados en carnes quieren sacudirse como los
tallarines delgaduchos y ágiles que eran en sus epocas colegiales, sin asumir
que el tiempo pasa inexorable. A esta saudade tan arraigada en los hinchas futboleros
nacionales apuntaron Carlos Chávez y todos los del cómodo directorio de la FBF.
Y peor pretexto no pudieron encontrar: aceptó el cargo “por el amor que le tiene a
Bolivia”, dijo Chávez. ¿Y los 20 mil dólares estadounidenses que Azkargorta
embolsillará cada mes? Claro, le servirán para mantener su amor con una linda
mujer cruceña, la razón primordial para que se hubiera afincado en la capital
oriental.
8. El
problema del fútbol nacional es estructural, se sabe y repite hace añadas, pero
nadie quiere cambiar las cosas para mejorarlas, porque perderán sus pequeños
feudos e intereses sectarios. Para empezar, deberían desaparecer la Liga del
Fútbol Profesional Boliviano —esa que fue creada en 1977 para supuestamente
salvar al balompié nacional y nada ha salvado o mejorado hasta la fecha— y la
Asociación Nacional de Fútbol —donde se aglutinan a los jugadores y clubes de
la categoría no profesional, que tampoco aporta en nada.
9. El
siguiente paso debe ser fomentar las divisiones inferiores y establecer un
proceso serio, como el que se ha emprendido en otros países —España, en Europa;
Chile y Venezuela en Sudamérica—, no inmediatista, pensando ya no en el
siguiente torneo mundial (al cual, pese al optimismo de Azkargorta, apuesto con
quien así lo quiera que no llegaremos) sino en el de 2018 e incluso, por qué
no, el de 2022. Y con el Bigotón, por
mucho que haya pedido hacerse cargo también de las inferiores y le acompañen
tres ex mundialistas —uno de ellos ya trabajaba en el cuerpo técnico del
anterior entrenador de la Verde—, aquello no va a suceder.
10. La
nostalgia hizo su trabajo. Conocemos ya al nuevo responsable de las futuras
alegrías y tristezas de la colectividad boliviana. ¿Alguien se ha puesto a
pensar, con mediana frialdad en la cabeza, que pasará (como vengo diciendo que
acabará por suceder) si el mágico y aún mítico Bigotón no nos lleva como clasificados al mundial en Brasil? Quizás
más de uno, pero tiene miedo a decirlo porque, cual me ha sucedido ya, le
tildarán de malagradecido e ingrato.
11.
Azkargorta debutará el 15 de agosto próximo, en Santa Cruz, contra
Benín (selección africana que está cinco puestos por encima de la Verde en el ranking
de la FIFA). Esperemos que por celebrarse ese día la festividad de la Virgen de
Urkupiña, le vaya bien. Las cosas serias las veremos en septiembre, cuando nos
toque visitar al Ecuador por las Eliminatorias. Mientras tanto, seguiré pensando que la frase del Bigotón es muy buena; otra cosa, que él
le haga caso y la siga.
IMÁGENES: EL SOL.COM.BO, HISTORIADELFUTBOLBOLIVIANO.COM, LAPRENSA.COM.BO,
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